La Crítica

4 de diciembre de 2011- Buenos Aires
EL PERCUSIONISTA:
Un viaje a la aldea junto a Gorsy Edú
Por: Pedro Parcet

El escenario es una aldea.
Una aldea poblada de instrumentos.
Todo armoniosamente dispuesto.
Una luz de escenario, se me antoja luna sobre los tambores africanos.

Hay entusiasmo y ansiedad entre el público, porque aún falta el artista, el hombre de la aldea. De pronto la luna se apaga y un tambor comienza a llamarla lentamente.
Luna que vuelve e ilumina el escenario. Luna que abre sus rayos al compás del tambor. Y allí está Edú, el artista, el hombre de la aldea.

La música sube en potencia, ahora se me antoja una manada de búfalos. El ritmo toma velocidad como un antílope corriendo por su vida y en ese paisaje creado por los sonidos comenzamos nuestro increíble viaje africano, en esta maravilla de obra que es “El Percusionista”.


Ahora se apaga la música y queda la luna. Luna como una madre, mimando e iluminando a Edú, el artista, el hombre de la aldea. Y él nos cuenta el origen de todas las cosas. Habla sobre la Tierra, el Fuego, Agua, Aire y el ritmo! El bendito ritmo africano. Y nos hace descubrir todos los sonidos de la selva, nos hace buscar en nuestro interior esos sonidos que llenan el teatro de aves y espíritus.

Edú comparte con nosotros, como un niño y nos permite cantar sus canciones de infancia y nos da el privilegio de visitar la casa de la palabra y de conocer allí a su sabio abuelo, el gran músico de la aldea, el hombre de los proverbios. Y también nos habla de madres esperando el retorno de sus hijos y de hijos que desean volver, para ayudar a sus mayores.

El artista, el hombre de la aldea, nos lleva a un viaje increíble, de juegos compartidos, de conocimiento, de alegrías y también de angustia. Pero, siempre hay esperanza.


El Percusionista es una obra multifacética, completa, donde Gorsy Edú, en un despliegue increíble, se revela como un gran bailarín, un elocuente narrador y un virtuoso percusionista. Pero, sobre todo, la mayor virtud de “El Percusionista”, es el legado en valores humanos que nos entrega.




Pedro Parcet , Argentino. Es Contador de Cuentos folcloricos de todo el mundo, especializado en cuentos y epopeyas africanas.Miembro de la red internacional de Cuentacuentos.Sitio web: www.cuentacuentos.com.                                    _____________________________________________________________


Edú, El percusionista -Noviembre 2010
Pulsos de África en el latido universal
Por Mario Casartelli -Asunción, Paraguay.

Conversar a solas con Gorsy Edú es tan grato como compartir su taller  o verlo en el escenario desplegando su arte inefable. Fuera  y dentro del estrado, artista y hombre son, sin escisión alguna, la misma persona. “El ser humano debe estar atento a cuanto le rodea, dispuesto a escuchar la música constante que transmite el cosmos”, nos dice con su castellano minuciosamente pronunciado ( Guinea Ecuatorial es el único país africano de habla hispana), cuidando cada nota musical de cada sílaba, porque la melodía, según él, también está en la palabra. Eso se percibe en su personalidad que irradia música por todos los poros.

“En África, contaban mis mayores historias a través del golpeteo del tambor, con el convencimiento de que todo es arte; y el percutir con las manos es proyección del corazón. Ante la sentencia filosófica de que para que haya existencia son necesarios cuatro elementos –agua y aire y tierra y fuego–, nosotros agregamos un quinto: la música”.

Rodeado de los utensilios que le permitieron cargar en el avión (intentó traer más y fue imposible), agradece la oportunidad de poder hacer sonar en un país tan lejano como el Paraguay, el "Nkúu," un instrumento construido con el tronco de un árbol reverenciado por los suyos, considerado alma mater de todos los tambores de su pueblo.

Riguroso hasta en los más mínimos detalles, el artista dictó en su taller claras nociones sobre la función del arte en la comunidad y, a la vez, con lúcida autocrítica desmigajó conceptos anodinos, como aquello de que los negros tienen la música en la sangre.  “Eso es un mito –afirma–. No creo que Dios haya tomado una jeringa para determinar inyectar un poco de música a estos, otro poco de esto o lo otro a aquellos y así sucesivamente. En el caso de los africanos no es sino una herencia cultural, algo que por determinadas circunstancias cultivaron y nos legaron nuestros mayores”.

Con estos y otros basamentos, Gorsy Edú se presentó después  con su unipersonal ante una sala colmada de gente, donde, entró a percutir el tambor con sus manos y a acompasar el suelo con resonantes caracolas  sujetas a sus tobillos, dejando escapar esporádicos gritos sincopados. Desde ese momento cautivó la atención de los espectadores, y comenzó a contar la historia de su pueblo.
Ágil, preciso y didáctico, con música, danza, palabras y talento actoral, fue hilvanando, hilo a hilo, el espectáculo. Narró el primer llanto del recién nacido, la primera cascada de risa, el estremecedor alarido de algún dolor y el silencio ineludible. De su garganteo surgieron también gorjeos de  pájaros, susurros de hojas, murmullos de agua y rumores de viento, de cuya imitación hizo partícipe al público, con palmas y melodías  que oficiaron de contrapunto, en una suerte de composición eufónica de la naturaleza. “Es la sinfonía del universo –señala–, de la que forma parte esencial la palabra. Por eso a ese recinto de encuentro entre la melodía y el verbo nosotros denominamos La casa de la Palabra”. Allí se inicia el niño hacia los vastos caminos y allí, después de haber recorrido el vasto mundo, regresa a encontrar al abuelo, sentado en cuclillas, que no cesa de meditar en torno a la palabra, es decir la vida.

Los cuentos y consejos del anciano ascienden como savia en el árbol de la memoria y se ramifica en frutos de conocimientos que alimentan a generaciones venideras. “Siempre que veas a un anciano dar consejos a un niño, siéntate al lado de ellos, que allí mucho aprenderás”. Con su castellano fusionado a otras lenguas suyas como, va desparramando trabalenguas, rimas y glosas de profundo contenido, en donde se conjugan gracia y ternura, ritmo sutil y desbordante, y sabiduría ancestral.

Al mismo tiempo menciona las crueldades del hombre, pero con toques de humor que tornan risibles hasta las situaciones más tristes, como cuando cuenta que “en Europa, los padre corren detrás de sus hijos para darles de comer, y en África los niños corren tras sus padres buscando qué comer”.

Este heraldo musical, con medidas reflexiones y alado ritmo nos acerca a plenitud al corazón de su África. “Los compases de cada hombre se asemejan a bibliotecas cargadas de sustanciosos volúmenes, donde siglos de conocimiento se han depositado para que a través de ellos podamos seguir leyendo, dialogando, cantando y bailando con la creación”.

Hablar de su puesta excede las limitadas líneas de las que aquí se dispone. Pero, en síntesis, “El percusionista” es una fiesta total, una plegaria profunda por la coexistencia en paz entre todas las criaturas  de la Tierra. Aquí el público aplaudió de pie, con vítores, a este excepcional artista. Así tuvimos el privilegio de asistir a uno de los espectáculos más profundos que hasta hoy se hayan  presentado en escenarios paraguayos.

La pregunta inmediata es: ¿Cuándo lo tendremos de nuevo aquí? Y la respuesta no se hace esperar: “Ojalá cuanto antes. Por de pronto, os agradezco el haberme permitido compartir con vosotros el pulso de mi tierra. Hasta siempre”.

RECUADRO
Nació en Guinea Ecuatorial. Es profesor de Danza y Percusión Africanas, especialista y coreógrafo de lucha escénica. Con tales recursos dictó un taller a los interesados y al día siguiente presentó su unipersonal que reúne tres condiciones de la tradición africana: informar, formar y entretener, a través de la música y la palabra. El monólogo se basa en la historia de un músico anciano que instruye a su nieto sobre la vida en la aldea y las costumbres que se transmiten de generación en generación, a través del son de tambores. El percusionista fue galardonada con la Asociación de la Prensa de Guinea Ecuatorial (Asopge) como Mejor Espectáculo en 2009.


El hilo narrador une el abuelo percusionista de un pueblo de Guinea Ecuatorial con su nieto que termina emigrando a Europa con la esperanza de conseguir el dinero suficiente para poder sanar al abuelo viejo y enfermo y poder casarse y mantener una familia. Y con este hilo, Gorsy Edú teje una red de recuerdos, de imágenes del pasado, de esperanzas para el futuro, habla de costumbres, de  trasmisión de valores y conocimientos, de respecto y reconocimiento… habla de la emigración y de la inmigración…… y como lo hace con gracia y ternura, y en combinación con la música….

Bahhh, esto suena a columna del suplemento cultural de cualquier periódico local. Yo ayer salí llorando y no sé si de  profunda tristeza o desbordao da igual. Me conmovió  encontrarme a mí misma en una propuea a la mía; encontrar los mismo
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Gorsy Edú en Argentina    
Por Viviana Nohémi Rodriguez
…y esa noche tocó hasta despertarnos
El actor, bailarín, percusionista y autor teatral nacido en Guinea Ecuatorial -único país africano de habla hispana- nos visitó en el mes de noviembre,  dictó Seminarios de Danza y Percusión de Guinea y presentó su obra El Percusionista  en el Centro Cultural de España, en Buenos Aires. Su obra, emotiva y profunda, es un claro exponente de la performance africana, que nos descubrió el talento multifacético de este hombre que sabe contar historias desde el corazón, el cuerpo y la memoria.


Existen variadas formas de ser inmigrante. Algunos optan por el olvido, arrancando de a poco las raíces, como una forma de evitar el dolor y adaptarse a una nueva tierra y a sus nuevas perspectivas. A otros, les nace desde lo más hondo del alma la necesidad urgente de manifestar lo que fueron, son y serán, para demostrar al mundo la universalidad del hombre y lograr que todos comprendan que sigue siendo él mismo, aunque sus pies acumulen la arena de variados desiertos, aromas de variadas praderas.

Gorsy Edú llegó a España con una beca y muchas expectativas. El reconocimiento a su talento lo llevó a Europa para ampliar sus estudios. Allí trabaja, escribe, vive y sueña con poder mostrar al mundo la cultura de Guinea Ecuatorial.

Su trabajo como actor en la película Querida Bamako lo llevó a entablar sentidas charlas con  los inspiradores y actores del film -en su mayoría emigrados africanos- Eran personas dispuestas a arriesgarlo todo a cambio de un poco de alivio más o menos verdadero y de frágiles sueños de riqueza repentina. Así es como nace El Percusionista . Edú intenta mostrarnos la fuente de la espiritualidad africana sin la pincelada de la discriminación, indiferencia y desconfianza que  muchas veces azota al inmigrante.

El Percusionista cuenta múltiples historias en una sola, se va nutriendo de la sombra fresca, amplia y segura como la de un baobab, de un abuelo percusionista que pasa no sólo el oficio a su nieto, sino sus tradiciones e historias. Gorsy Edú nos cuenta que no es casual que sea la figura del abuelo quien va acompañando al nieto en su viaje por lo dulce y amargo de la vida. Dice que al llegar a España decidió hacer alguna tarea social, para lo cual se abocó a la misión de asistir a ancianos en un geriátrico. Allí, conoció a un hombre que, para sobrevivir, había recurrido a una ilusión: que su hijo, Rodolfo, lo visitaba a menudo, cuando en realidad, hacía años que se había olvidado de él. Esto hirió tan profundamente el corazón de Gorsy, que introdujo en el relato la figura de ese abuelo valorado, querido y omnipresente, pues -como afirma en la obra- quien tiene un abuelo tiene un tesoro. Y lo repite varias veces, para que esa frase sencilla, pero cargada de una verdad irrefutable, penetre en nuestros oídos y camine directo hacia nuestras conciencias.

El actor y dramaturgo también nos cuenta que la obra no es autobiográfica: no es Gorsy quien habla, o mejor dicho, sí es él mismo quien habla por miles de humanos que pasan por la desesperación de ser invisibles, llamados ilegales o indocumentados.  El protagonista cuenta que estuvo en una cárcel, en donde se amontonaban los cuerpos cansados de quienes habían atravesado países y fronteras para intentar llegar a destinos supuestamente mejores. Desesperado, comenzó a tocar, y los presos, poco a poco, formaron una orquesta improvisada entre hombres que hablaban diferentes lenguas pero compartían la creencia de que el lenguaje universal para comunicarse, es la música. Y el hombre tocó y tocó y se dijo: Esta noche quiero tocar hasta que me despierte. O sea, hasta que la dura realidad de la cárcel y las durezas de la vida llamen nuevamente a la puerta.

El percusionista es una obra que merece difusión amplia y generosa. Una obra que debería sumarse a los contenidos curriculares, pues cuenta, en menos de una hora, lo que llevaría varias jornadas de estudio, con la ventaja de que todo lo que se ve y escucha en ella, queda grabado en la memoria a fuerza de magia y poesía. Y esto ayudaría a formar seres más humanos. Profunda, y a la vez sencillamente didáctica, nos descubre los sueños y desvelos del hombre común africano y también el secreto de su fortaleza, que tiene sus orígenes en el  apego a las tradiciones, el respeto a los ancianos y la mística de una mirada atenta sobre la naturaleza y la vida. Éstos, precisamente, son principios que hemos olvidado, la  herencia que nos está entregando el continente africano y aún no hemos aprendido a valorar.

Edú habla, cuenta, baila, ejecuta varios instrumentos, pregunta al público y el público, obediente, responde. Hace nacer los sonidos de la selva cuando nos pide que imitemos al viento, a los pájaros. Recurre a la interacción (que es un método de transmisión habitual entre su gente) para acaparar toda nuestra atención, que está de por sí absorta en este hombre, quien como un hechicero va poniendo dentro de una gran olla muchos y variados ingredientes. El resultado: una receta con el sabor y el color del África tradicional y profunda.

Pasen y vean. La mesa está servida.

Ojalá se nutran  de ella muchos y atentos comensales.



Artículo publicado en revista digital: Raiz Afro Difusión- Argentina- Diciembre de 2010